Samuel Aguirre Ochoa
La humanidad ha venido incrementando la producción en general, y la del campo en particular, a lo largo de miles de años en la medida que ha descubierto y fabricado instrumentos de producción más efectivos. Las fuerzas productivas han alcanzado un impresionante desarrollo en la sociedad capitalista, la mano de obra se ha vuelto más diestra, se han fabricado máquinas ultramodernas, se han descubierto materias primas y materias primas auxiliares muy efectivas; con la división del trabajo y la automatización de los procesos productivos, se ha transformado la forma de producir los bienes que necesita el hombre para subsistir. La ciencia aplicada ha revolucionado y multiplicado por mucho la producción.
Los países desarrollados invaden con sus mercancías y capitales a las economías de los no desarrollados. Sin embargo, el nuestro, México, es un país dependiente de otras naciones hasta en los productos que el pueblo necesita para alimentarse, dependemos de otros para comer, a pesar de contar con un territorio inmenso y recursos naturales suficientes. Es la consecuencia de las malas políticas en el terreno de la producción, de la educación y del desarrollo tecnológico instrumentadas por la clase empresarial y los gobiernos que han representado a ésta.
El gobierno de la cuarta transformación ofreció en campaña cambiar de raíz la situación del país en todos los terrenos, pero ya van casi para 4 años de su administración y hoy no se producen más alimentos en el campo mexicano, razón por la cual se siguen comprando en el extranjero los granos básicos para abastecer la demanda nacional y cubrir la dieta de los mexicanos: maíz, frijol, trigo, arroz, soya, cebada y sorgo. Además de estos granos México importa carne de res, de cerdo, de pollo, de borrego, huevo y leche. Y lo más preocupante reside en que las importaciones de algunos de ellos se han incrementado tanto en el volumen como en el valor en los últimos 3 años, según reportó el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) con base en datos del Banco de México y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Esto último trae como consecuencia el incremento de la tortilla y el resto de los productos de la canasta alimentaria.
El gobierno de Morena a estas alturas ya debería haber hecho algo por resolver este grave problema de dependencia que compromete la soberanía nacional y que está sumiendo en la desesperación y la pobreza a millones de mexicanos. Por el contrario, estamos perdiendo soberanía alimentaria, pues solo producimos el 53 por ciento de nuestros alimentos, debiendo al menos producir el 75 por ciento, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Hoy el gobierno federal debería estar fomentando la inversión productiva en el campo mexicano para que los campesinos estuvieran metidos con todo para incrementar la productividad de sus tierras, construyendo sistemas de riego, utilizando maquinaria moderna, sembrando semillas mejorada, aplicando fertilizantes y productos para combatir las plagas. Pero no. No se está aplicando una visión productiva de la economía, que genere riqueza, para aumentar la oferta de productos del campo a bajo costo y abatir los precios al consumidor. El presidente de la República le ha apostado todo a “Sembrando Vida”, un programa que se dedica a repartir dinero, pero no crea riqueza. También propuso fomentar la agricultura de subsistencia, en donde cada quién produzca sus alimentos, que como era de esperarse, no funcionó y el día de ayer el secretario de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca de Veracruz, Evaristo Obando Ramírez, sostuvo que los agricultores generen sus propios abonos ante el encarecimiento de los fertilizantes.
Han abandonado, pues, la política de inversión y de incrementar la productividad para implantar programas electorales, porque para entregar al productor el dinero destinado a Sembrando Vida, los condicionan a votar por los candidatos de Morena. Además, la federación ha recortado el presupuesto al campo hasta en un 40%, incluyendo aquellos programas que ayudaban a los productores a intensificar su producción mediante la adquisición de activos productivos que iban encaminados a aumentar la producción, la productividad y la generación de valor agregado, manteniendo la competitividad de nuestros agricultores.
En cambio, La Unión Europea ayuda a los agricultores con mayor inversión productiva de tal suerte que permita a éstos mantener un nivel de vida razonable: apoyos para mejorar la productividad agrícola asegurando el suministro de alimentos más asequibles, que contribuyan a la lucha contra el cambio climático y una gestión razonable de los recursos naturales y sobre todo garantizar la seguridad alimentaria de Europa. En Estados Unidos, la política agrícola es el reflejo de numerosas variables que intervienen a la hora de mantener el acceso a unos alimentos de alta calidad, e incluye la ayuda a los ingresos de los agricultores, la actuación contra el cambio climático y el mantenimiento de unas comunidades rurales dinámicas, todo esto gracias al gasto en inversiones productivas puntuales que coadyuven al desarrollo rural del campo en este país. Garantizando estos países la permanencia de sus agricultores produciendo en el campo.
La situación se complica porque el tema de la seguridad alimentaria en el mundo ha cobrado particular importancia este año. Según las previsiones de la ONU, la difícil situación alimentaria afectará a todos los estados. La situación está muy influenciada por el aumento generalizado de los precios de la energía, la complicación de la logística por la tensa situación geopolítica, las consecuencias de la pandemia, así como condiciones fuera del control humano, como el cambio climático, la sequía, la lluvia y otros factores que puede afectar la cosecha.
Es por esto que el FMI, BM, OMC y FAO piden medidas urgentes para abordar la crisis mundial de seguridad alimentaria: el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Qu Dongyu; la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva; el presidente del Grupo del Banco Mundial (GBM), David Malpass; el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley, y la directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Ngozi Okonjo-Iweala han reclamado medidas urgentes para hacer frente a la crisis mundial de seguridad alimentaria.
El gobierno mexicano prácticamente se ha reducido a plantear que cada quien resuelva el problema alimentario y de los insumos agrícolas como pueda. Un error grave, que los campesinos deben valorar bien y tomar el asunto en sus manos y para resolverlo tienen que buscar el respaldo de los demás sectores de la población afectados por la falta de alimentos y lanzarse a la lucha para exigir al gobierno los apoyos que permitan incrementar la producción agropecuaria a bajos costos y, de esa manera, abatir los precios. Los campesinos mexicanos son trabajadores y esforzados, pues durante la pandemia no pararon y el sector primario es el sector que más ha crecido en los últimos años, a pesar de la falta de apoyos.