Andi Uriel Hernández Sánchez
“El mundo se acerca a una crisis definitiva de grandes proporciones que, como toda crisis, lo coloca en el filo de la navaja: o sana o se muere”: sentenció el Ing. Aquiles Córdova Morán, secretario general del Movimiento Antorchista Nacional, en el año 2015 en una conferencia estudiantil, a la que tuve la inmensa fortuna de asistir. Recientemente dicha conferencia titulada “La crisis terminal del capitalismo” ha sido editada y publicada en forma de libro por Editorial Esténtor y, sin duda, debe ser estudiado y analizado por la mayor cantidad de mexicanos a los que nos sea posible alcanzar.
La onda sentencia con la que abre el libro, no puede catalogarse de catastrofismo, sensacionalismo o amarillismo barato, es más bien una invitación a la reflexión profunda sobre la necesidad de construir una organización social superior al capitalismo actual. Pues, aunque éste es un sistema económico muy eficiente para producir inmensas cantidades de riquezas materiales en forma de mercancías, su lógica intrínseca no obedece a la necesidad de satisfacer los requerimientos de los seres humanos, sino a la de acrecentar las ganancias de los poderosos dueños de los medios de producción, que cada vez se concentran más en unos cuantos multi millonarios, “mientras que el 60% de la población mundial (unos 4 mil millones de seres humanos) se empobrecen más” (Oxfam, dixit).
En el libro en cuestión, el Ing. Aquiles Córdova Morán realiza un riguroso análisis científico del desarrollo del capitalismo y de los factores económicos que lo han conducido a su situación actual, a “su crisis terminal”. Pues actualmente el mundo está dominado por las grandes empresas monopólicas dueñas de ramas enteras de la producción como Boeing, en la fabricación de aviones; Tesla, GMC, Nissan o la Chrysler en los automóviles; grandes cadenas comerciales como Walmart y Mcdonald’s; petroleras como Exxon Móvil y, sobre todo, se encuentra dominado por los grandes bancos que también han centralizado ramas productivas, como Goldman Sachs o JP Morgan.
Los intereses de éstos y otros gigantescos monopolios se encuentran detrás del gobierno de Estados Unidos, que en la actualidad ha decidido completar la vieja añoranza imperialista de Adolf Hitler y los nazis: apoderarse de todo el mundo, convertirse en los únicos con derecho a explotar todos los recursos naturales del planeta y neutralizar a cualquier otro país o grupo de países que pretenda resistir a estos planes de dominación. Esto es lo que se encuentra en el fondo de la disputa geopolítica contra Rusia, China y los BRICS y lo que ha puesto al mundo en el “filo de la navaja”, más cerca que nunca de que se desate un conflicto global, en el que el uso del arsenal nuclear supondría la extinción de todo rastro de vida en el planeta.
El autor es bastante claro al sostener que esta lucha por el control mundial no puede explicarse como un problema puramente ideológico ni de índole moral, sino que es resultado directo, insalvable, del desarrollo económico de la sociedad capitalista.
Pues desde la introducción de las máquinas en el proceso productivo y con la revolución industrial de siglo XVIII se ha ido reduciendo aceleradamente lo que Marx llamó “la parte necesaria de la jornada de trabajo”, o sea, el tiempo que cada obrero debe trabajar para producir lo equivalente al salario que el capitalista le paga, y se ha ido incrementando exponencialmente la “parte excedente de la jornada de trabajo”, es decir, la proporción que se apropia el capitalista, la plusvalía, fuente de la inmensa riqueza del capitalista.
Hoy en día se sabe que los obreros reproducen su salario en no más de 10 minutos, aunque sus jornadas duren más de 10 horas, “lo que trae como consecuencia que la acumulación del capital se hace más rápida, el capital crece de forma más acelerada, porque ahora casi toda la jornada de trabajo se la apropia el capitalista, se produce la ‘centralización y concentración del capital’… se crearon grandes monopolios, lo cual produjo un nuevo fenómeno que debemos advertir; se redujo el costo de las inversiones, y esta reducción significó la existencia de capital sobrante”. O sea, riqueza que antes se utilizaba, por ejemplo, para crear 50 nuevas empresas de una misma rama industrial, pero que ahora ya no tiene asignación, porque toda una rama productiva está centralizada en una o dos empresas nada más, como la de los automóviles o los aviones.
El análisis continúa: “¿A dónde se va ese capital? Se acumula y se acumula, más no en las empresas productoras sino en los bancos. Por eso es que el capital se caracteriza en su fase imperialista, en que ya no son las grandes empresas productivas las que dominan el mundo, sino los grandes bancos, el capital financiero”, afirma el Ing. Córdova Morán. Precisamente bancos como JP Morgan, Goldman Sachs, Morgan Stanley, entre otros.
No obstante, esto no significa que no exista producción de mercancías, al contrario, también esta se ha vuelto más eficiente. Actualmente con la tecnificación y automatización de los procesos productivos se fabrican muchas más mercancías en una menor cantidad de tiempo, son de mayor calidad que en el pasado y requieren mucha menos mano de obra. Así, son resultados igual de inevitables el desempleo y los bajos salarios, con lo que los monopolios poco a poco van quedándose sin compradores para sus mercancías, por lo que necesitan constantemente nuevos mercados y nuevas formas de continuar acumulando riqueza.
Por lo tanto, el imperialismo despliega todos sus esfuerzos por conquistar nuevos mercados, explotar más recursos naturales, encontrar nueva mano de obra barata y los grandes bancos buscan acumular riqueza a través de la usura, es decir, endeudando a los países subdesarrollados y a las personas pobres para cobrar exorbitantes intereses. Esta necesidad inmanente de expansión y acumulación de riqueza, es lo que lleva al imperialismo a recurrir a la violencia, las invasiones armadas, los golpes de Estado y las “revoluciones de colores” para derrocar a los gobiernos legítimos que se oponen a su voracidad, con lo que el imperialismo engendra a cada paso más muerte, destrucción y nuevos pobres. Un círculo sin salida, he aquí la crisis terminal del capitalismo.
“La dominación mundial es una cuestión netamente económica ¿Qué fuerza a Estados Unidos a conquistar el mundo? Su naturaleza imperialista y los aprietos en los que se encuentra económicamente. ¿Cuáles son estos aprietos? Exceso de mercancías y demasiado dinero. Y a pesar de que está metiendo, lo que puede por todos lados, la economía norteamericana no repunta: el desempleo, la desigualdad y la pobreza crecen incontenibles. Es como si tuviera un brasero caliente debajo del asiento, porque sus banqueros e industriales le exigen encontrar zonas para acomodar sus mercancías y capitales, pero el país ya no encuentra donde hacerlo, ya tienen a casi todo el mundo bajo su bota y aún así no repunta”, indica el Ing. Córdova Morán.
Y es que no hay salida al problema dentro del capitalismo, la única salida posible es la construcción de un orden social distinto. El Ing. Aquiles Córdova concluye diciendo que la única salida es desaparecer al capital financiero “porque el enfermo no tiene remedio: se está muriendo como consecuencia de su propio éxito, para curarlo se debe eliminar al sistema que lo genera y cambiarlo por otro que sí pueda resolver este problema”.
Ese otro sistema es el socialismo, no hay más alternativa, y como ejemplo la obra nos habla de lo que ha logrado el Partido Comunista de China, colocando a este país como la segunda potencia económica global y sacando a más de 800 millones de seres humanos de la pobreza, allá sí existe propiedad privada y empresas, pero estas se encuentran subordinadas a los intereses del pueblo chino y bajo control del Estado. No hay manera de engañarse, todo el mundo reconoce el éxito económico de China.
La coyuntura global nos ha colocado ante una disyuntiva de hierro: o damos la lucha por la construcción del socialismo o nos sometemos a la esclavitud del capitalismo con el riesgo de la aniquilación global. Por ello, el Ing. Aquiles Córdova Morán nos llama a sumarnos a la lucha por la construcción de un mundo mejor, para lo cual debemos dar la batalla ideológica, difundiendo estas verdades entre el pueblo mexicano y organizando a las clases trabajadoras para dar la lucha al interior de nuestro país. Porque esta es la única forma que existe para que la humanidad, nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan tener un futuro asegurado, lleno de paz y prosperidad.
Los antorchistas debemos, pues, difundir “La crisis terminal del capitalismo” para ayudar al pueblo de México a sacudirse las toneladas de propaganda ideológica engañosa y para librarlo de la confusión sembrada por quienes ven en peligro sus poderosos intereses económicos si las clases trabajadoras se organizan y luchan por un orden social superior al capitalismo. Podemos contribuir en la guerra ideológica y podemos ganarla si nos lo proponemos con tesón y energía. Ojalá así sea.