Samuel Aguirre Ochoa
Ya hemos dicho en otras ocasiones que uno de los objetivos del gobierno del presidente López Obrador fue desmovilizar a las grandes masas populares, utilizando los programas de transferencia monetaria directa, la represión y la calumnia en contra de las organizaciones sociales, con el objetivo final de que el pueblo no luche ni exija mejores condiciones de vida.
Sin embargo, no lo ha logrado. Una prueba de esto fue el repudio con el que un grupo de veracruzanos lo recibió el pasado 22 de septiembre en su visita al puerto de Veracruz para inaugurar la remodelación del edificio Leyes de Reforma, con la intención de honrar a uno de los máximos héroes de la Reforma, don Benito Juárez.
Cientos de ciudadanos fueron a manifestarse a las afueras del citado edificio histórico, en donde lo recibieron con gritos, rechiflas y hasta con objetos que les lanzaron los manifestantes junto a su engendro Cuitláhuac García Jiménez. Los gritos fueron unánimes: ¡dictador!, ¡dictador!
Ante lo cual el presidente no pudo hacer nada más que levantar el brazo y mirar con tristeza a los manifestantes, quedando a expensas de la afrenta pública; ni una sola expresión verbal pudo articular, más que el gesto adusto, al sentirse rechazado y despreciado por los ciudadanos. Los inconformes le lanzaron una botella, huevos y un plátano. Algo verdaderamente humillante para un mandatario con ínfulas de héroe nacional. Y para completar el cuadro, un grupo de porros de Morena, pretendió provocar a los manifestantes del Poder Judicial, con el objeto de deslegitimar su protesta.
Son preocupantes este tipo de expresiones ante la figura del Ejecutivo, pero el pueblo expresa de forma ESPONTÁNEA su inconformidad y razones le sobran, porque en su último informe de gobierno el presidente presentó un informe mentiroso, con una realidad desfigurada, hecho que la gente percibe. Dijo que la economía está creciendo, que la pobreza se redujo, que la inseguridad disminuyó, que tenemos el mejor sistema de salud del mundo y otras tantas mentiras.
Sin embargo, datos serios de organismos internacionales y de su propio gobierno lo desmiente rotundamente. Por ejemplo, según datos del INEGI recogidos por El Financiero, “el crecimiento promedio del PIB apunta a 0.9 por ciento durante todo el sexenio de AMLO, el más bajo desde hace 36 años, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, cuando se presentó un nulo crecimiento. Además, será inferior al 1.9 por ciento que creció en promedio en el mandato de Enrique Peña Nieto; del 1.5 por ciento con Felipe Calderón y de 1.8 por ciento con Vicente Fox.”
Y si la economía no crece no se genera mayor riqueza, será prácticamente imposible que se generen nuevos empleos bien remunerados y los ingresos fiscales van a disminuir por lo que no habrá dinero para hacer obra pública para dotar de servicios a los pueblos. No es creíble, pues, que la pobreza haya disminuido.
Otro de los graves problemas que se agudizó en el sexenio fue el incremento de la violencia y el clima de inseguridad en el país. En la Encuesta Nacional sobre Seguridad Pública del INEGI 2024, el 61% de los mexicanos consideró inseguro vivir en una ciudad, 8 puntos porcentuales más que en 2019. Las víctimas de homicidios dolosos superan los 200 mil y el total de desaparecidos rebasó la cifra de 100 mil personas.
A esto hay que sumar la pésima situación del sistema de salud, el desmantelamiento del sistema educativo, la falta de inversión en obras colectivas en pueblos y colonias, la carencia de apoyos a la producción agrícola y muchos otros problemas.
La verdadera realidad del país, pues, contrasta profundamente con la realidad que intentó dibujarnos el presidente López Obrador en su informe y esta es la razón de que esté creciendo la inconformidad entre los mexicanos y lo manifiesten públicamente.
Así pues, la protesta en el puerto de Veracruz solo es un reflejo ESPONTÁNEO del descontento de la población. Pero hay que tener claro que el pueblo debe pasar de lo espontáneo a lo consciente, esto quiere decir, que los campesinos, los obreros, las amas de casa, los colonos, etc., deben entender que las clases trabajadoras son las que producen la riqueza con sus manos y que los dueños de los medios de producción, por este solo hecho se apoderan de la riqueza que ellos NO generan.
Las clases trabajadoras deben tomar conciencia de que el Estado (gobierno) no es un aparato neutral, sino que éste se encuentra al servicio de los intereses de las clases explotadoras, quienes lo utilizan para mantener sometidos y explotados a los trabajadores, por lo tanto, es necesario que éstos se organicen y den la lucha por el poder político del país para poner en práctica un proyecto de nación, en el cual se defiendan sus verdaderos intereses.
Además, es necesario que el pueblo tome conciencia de que es posible construir un mundo mejor, una sociedad en donde la riqueza no se concentre en unas cuantas manos, sino que se distribuya equitativamente entre todos sus integrantes y todas las personas tengan satisfechas sus necesidades básicas de trabajo, alimentación, vivienda digna, vestido, educación, seguridad, recreación, etc.
Por tanto, por mucho que el presidente López Obrardor intentó desmovilizar al pueblo no lo logró y seguramente tampoco lo logrará su sucesora, debido a la tendencia histórica del orden económico y social en el que vivimos, que debe transformarse como consecuencia de sus propias contradicciones para dar paso a un nuevo tipo de sociedad mejor, sociedad que solo pueden construir los trabajadores unidos y conscientes.