Finalmente, tras larga espera, asumió la presidencia de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, académica y militante de la izquierda oficial del país. Su asunción generó mucha expectativa y no es para menos, se trata de la primera mujer en asumir este cargo en más de 200 años de vida independiente.
Los más sesudos analistas del país lanzan grandes interrogantes, ¿ejercerá su poder de forma efectiva o será solo una extensión del mandato de López Obrador?, ¿cuál será su política exterior?, ¿mantendrá las formas autoritarias y dictatoriales del régimen actual?, ¿realmente continuará las mismas políticas de la 4T o tomará distancia? Todo está por verse.
AMLO le hereda un país con graves problemas: el crecimiento económico fue de apenas 0.9% del PIB en todo el sexenio, los pobres son más de 89 millones y la riqueza se concentró más; el crimen organizado controla un tercio del territorio nacional y la violencia está en su peor momento: los asesinados suman más de 200 mil y los desaparecidos superan los 100 mil.
Las finanzas públicas son sumamente frágiles: López Obrador saqueó los ahorros del país, en 2019 eran de 279 mil 770 millones y ahora solo quedan 47 mil millones; la deuda del gobierno creció de 10.9 billones a más de 20 billones de pesos; la diferencia entre lo que recauda el gobierno y lo que gasta cada vez es más grande, por lo que en 2025 se han planteado recortar más el gasto social en salud, educación, infraestructura urbana, seguridad, etc.
Y ayer en sendos discursos, tanto en el Congreso Federal como en el mitin público en el Zócalo, la presidenta tampoco dejó lugar a dudas: dará continuidad a las políticas de la 4T. De los 100 compromisos de su gobierno, al menos 26 son iguales que los de AMLO en 2018.
Hubo pocas novedades: el anuncio de 4 nuevos programas sociales, la extensión del horario de las primarias, la no reelección de cargos públicos, la desaparición de Usicam, etc.
En resumen, en el segundo piso de la 4T continuarán las políticas autoritarias, de mala planeación en el gasto, de más endeudamiento público y de pacto con el crimen.
No hay señales de que ocurra un distanciamiento y mucho menos un rompimiento. Porque hasta el momento las fórmulas del gobierno de López Obrador han servido para sostener un sistema económico y social decadente en México, para mantener sin cambios sustanciales al neoliberalismo.
En 2018, Morena llegó al poder como resultado de una necesidad del propio sistema económico injusto, con la anuencia de los grandes potentados del mundo, que necesitaban calmar la furia, las ansias de cambio y el sufrimiento de un pueblo por siglos explotado. Así, arribó un gobierno izquierdista en el discurso, pero con políticas fascistoides y de la derecha más rancia. Un neoliberalismo con máscara.
López Obrador intentó desmovilizar las luchas populares y callejeras, mediatizando al pueblo con las tarjetas del Bienestar, un simple placebo momentáneo a la inmensa necesidad de los humildes, y también reprimiendo todo intento de disidencia genuinamente popular. A pesar de este esfuerzo, la inconformidad crece sin cesar en las entrañas del pueblo.
Por ello, el mayor problema para el nuevo gobierno, es que le tocará seguir infundiendo aliento artificial a un sistema que genera pobres por millones, que produce violencia, enfermedades y explotación, y que intentarán seguir conteniendo a través del reparto del dinero, mientras les alcance, y con toneladas de propaganda falsa. Es un mal momento histórico para ser la primera presidenta de México.
No hay duda de que el efecto adormecedor tarde o temprano pasará, porque los males sociales que el régimen de la 4T intenta dulcificar siguen creciendo y exigen una solución de fondo y real.
Nos esperan otros seis años difíciles, porque seguiremos teniendo un gobierno neoliberal enmascarado, y eso significa que tampoco se resolverán los graves problemas del país. No es un augurio de fracaso, es una prevención necesaria.
Mientras haya vida y libertad de expresión, aquí estaremos denunciando estos contrastes…