Lecciones y peligros de la “elección judicial histórica”

Andi Uriel Hernández Sánchez

Se ha consumado el mayor fraude electoral en la historia moderna de México: la elección popular de los cargos del Poder Judicial de la Federación. Frente a los ojos de todo el mundo, la democracia electoral burguesa mexicana ha mostrado su rostro más ridículo y aberrante.
Lo que acaba de ocurrir es “histórico” pero no por las razones que le gustarían presumir al gobierno federal.

Por primera vez en la historia se repartirán 2 mil 800 cargos de elección popular con menos del 10% de la participación de los ciudadanos. ¡Histórico ciertamente!
Con la Nación entera por testigo hemos visto a los ejércitos del gobierno central repartir acordeones entre los poquísimos ciudadanos interesados (más bien obligados) a participar en la elección judicial para decirles qué números poner en las más de 11 boletas, inentendibles para el pueblo, con la firme intención de validar el triunfo de los hombres y mujeres previamente bendecidos por el poder para ocupar los cargos judiciales.

Ha sido histórica porque tras muchos años de simulación finalmente el sistema político y económico que nos rige se ha quitado la máscara: el voto popular es simplemente un instrumento por el cual se simula que son los ciudadanos los que “eligen a sus gobernantes”.

De todo el país llegan fotografías de casillas vacías, centros de votación sin fila alguna, declaraciones de funcionarios sorprendidos porque en la casilla que les tocó cuidar únicamente llegaron dos o tres votantes. Así es como se han tirado a la basura más de 13 mil millones de pesos del erario, dinero suficiente para construir centros de salud o escuelas donde hace falta; pavimentar colonias o dotar de agua y drenaje a sus habitantes o, cuando menos, tapar los enormes baches que decoran las carreteras principales de todo el país.

La jornada electoral por el Poder Judicial ha sido “histórica” pues por primera vez en muchos años no han sido los ciudadanos, los vecinos cercanos del centro de votación, los encargados de contar una a una las boletas, esta vez se las han llevado a las sedes de los Consejos Distritales y solo hasta dentro de unos 10 días sabremos quienes fueron los bendecidos por “la sabiduría del pueblo”.

Tampoco hay PREP, así que nunca sabremos realmente cuánta gente fue a votar ni cuántos votos emitidos fueron válidos y bien a bien tampoco sabremos con exactitud cuántos votos tuvo cada candidato, tendremos que conformamos con aceptar ciegamente, como por acto de fe, los números y la estadística que el poder central nos diga y nadie podrá contradecirles.

Y a pesar de todo este cochinero, puedo decir que lo realmente preocupante no son los resultados de la elección judicial y, quizá tampoco, el destino de este Poder supuestamente autónomo, pues hace mucho que la cúpula del poder económico en México, el verdadero poder tras el trono, había decidido que dicha “autonomía” les estorbaba y que lo mejor era deshacerse de ella, por ello, más allá de los gritos y sombrerazos mediáticos, todas las estructuras del poder político se alinearon para allanar el camino del gran atraco electoral.

Lo realmente preocupante es el nuevo abanico de posibilidades que esta elección fraudulenta ha destapado, lo realmente peligroso reside en que bajamos un peldaño más en la descomposición de nuestro régimen democrático, que claramente estorba a los señores del dinero.

Primero probaron a construir una figura mesiánica durante varios años para “criticar” al sistema, darle cobertura y recursos, para llevarlo al poder jugando con la esperanza de las masas en un cambio radical, para que una vez que el “iluminado” llegara al
poder, el sistema económico continuará vigente, la desigualdad siguiera creciendo y las grandes masas trabajadoras lo aplaudieran.
Al mismo tiempo, dichas fuerzas retrógradas descubrieron que podían contar con el voto fiel y cautivo de las masas empobrecidas siempre que las desorganizaran, les repartieran dinero y las mediatizaran con toneladas de propaganda falsa sobre la puesta en marcha de una supuesta transformación.

Hoy, han descubierto otra cosa: que se pueden ganar elecciones y elegir funcionarios aunque nadie salga a votar por ellos. ¡Cuidado!
Urge, como nunca antes, que la clase social que produce la riqueza: la de los trabajadores, se organice y se eduque, forme su partido de vanguardia y dé la lucha política por el poder del Estado, para construir una democracia que de verdad favorezca a las mayorías.