Andi Uriel Hernández Sánchez
Las amenazas del gobierno del presidente Donald Trump en contra de nuestro país están escalando peligrosamente y, según se observa, la clase política que nos gobierna se encuentra totalmente doblegada por los intereses del imperialismo estadounidense y sin ningún plan que nos permita enfrentar exitosamente el peligro.
El pasado 31 de julio, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum logró una nueva prórroga de 90 días para la entrada en vigor de los abusivos aranceles que el gobierno de Trump pretende imponer a todas las mercancías mexicanas que se comercializan en Estados Unidos. La presidenta anunció que se había obtenido “el mejor acuerdo comercial posible» y buena parte de la prensa nacional festejó el logro.
Poco se habló sobre el contenido de dicho acuerdo, que básicamente consistió en ceder más terreno a las presiones económicas de los grandes magnates de la industria farmacéutica, las telecomunicaciones y, principalmente, del poderoso sector energético, que forman parte del Estado profundo estadounidense, el verdadero poder tras el trono.
Según reporta el diario digital lapoliticaonline.com, el acuerdo consistió en permitir una mayor participación de las trasnacionales estadounidenses de los combustibles y la energía eléctrica en el mercado mexicano, esto implica ignorar la reforma energética del ex presidente López Obrador que pretendía lograr la tan cacareada “soberanía energética”, tan utilizada por la 4T como herramienta de propaganda.
Las trasnacionales norteamericanas pretenden apoderarse del mercado mexicano y terminar por sepultar a Pemex y a la CFE, empresas endeudadas y al borde de la quiebra. En la actualidad, nuestro país compra del extranjero poco más del 50% de la gasolina, diésel, gas y electricidad que consumimos, la mayor parte a través de la propia Pemex y la CFE, pero también participan otras grandes transnacionales como Exxon Mobil, Koch, Tesoro y Valero, todas de capital norteamericano, las verdaderas ganonas del “mejor acuerdo comercial posible”.
«Lo que buscan [Trump y el Estado profundo] es mayor presencia de sus empresas en México, por fuera del juego de Pemex o la CFE. No necesitan nuestro petróleo», señala el citado portal. Dicho en otros términos: someternos más a la correa económica del imperialismo, sepultando toda aspiración de verdadera soberanía.
No conforme con este triunfo, pocos días después, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva “secreta” para autorizar al Pentagono y a las fuerzas armadas de su país atacar a “grupos terroristas” en territorio mexicano. La noticia trascendió en la prensa internacional y causó gran conmoción, porque es un paso adelante en el plan de invadir México.
Unos días antes, el prestigioso analista Víctor Hernández Ojeda, Director del Instituto Latinoamericano de Estudios Latinoamericanos y articulista de El Universal, escribió un texto en el que afirma de forma clara y contundente que el ejército estadounidense lleva meses preparándose para invadir territorio mexicano, razón por la cual “la Armada estadounidense desplegó en marzo de 2025 a los destructores USS Gravely y USS Spruance para realizar operaciones de vigilancia electrónica e interdicción marítima en el Pacífico y el Golfo de México… Adicionalmente, múltiples vuelos de reconocimiento de aeronaves militares estadounidenses han sido avistados desde los radares civiles y militares mexicanos desde febrero de este año”.
Y, luego de que se supiera la existencia de la orden ejecutiva de Trump, los medios de comunicación imperialistas no han dejado de sembrar en la mente de la población estadounidense la idea de que es inminente una invasión armada sobre México.
De concretarse, realmente no sería para nada sorprendente, son los coletazos de un imperialismo debilitado y en crisis, que cada vez pierde mayor hegemonía sobre el planeta y cuyos gigantescos monopolios exigen con hambre voraz apoderarse de todos los recursos del planeta y explotar la energía de todos los trabajadores. Una invasión a México sería otro capítulo en la guerra mundial que libra el imperialismo para sobrevivir y mantener en pie el sistema económico basado en la propiedad privada, la explotación del trabajo asalariado y la concentración de la riqueza en pocas manos.
Los horrores que se cometen en la Franja de Gaza, documentados por todos los medios posibles, deberían convencer a los incrédulos de que el imperialismo no tiene ni moral ni entrañas, solo intereses económicos que nunca se han detenido frente a consideraciones humanistas ni leyes internacionales.
El pueblo mexicano debe estar bien informado del grave e inminente peligro que corremos y no debe caer presa de la propaganda pro estadounidense que muchos medios y analistas mexicanos han asumido, cuyo propósito es convencernos de día y de noche que los marines estadounidenses, los misiles balísticos y los drones asesinos solo tienen como objetivo el combate al crimen organizado. La persecución criminal de nuestros paisanos en Estados Unidos, las cárceles rodeadas de caimanes y víboras y la retórica profundamente racista del presidente Trump deben convencernos de que nos espera un terrible destino, al puro estilo de los hornos de Hitler, si los estadounidenses y su ejército controlan nuestro país por la fuerza.
Los mexicanos trabajadores también debemos tener perfectamente claro que la clase política que nos gobierna está completamente imposibilitada para defender la patria. Los graves escándalos de corrupción de la cúpula morenista y los evidentes nexos que algunos de sus integrantes tienen con la delincuencia organizada, son prueba contundente de que no hay en ellos ninguna intención real de construir un país soberano y próspero, sino el más frío y desvergonzado interés de enriquecerse de todas las formas posibles, incluyendo las más ilegales.
Este verano nos enteramos de que un poderoso senador morenista está señalado de fundar un cártel en Tabasco; que el asesor del ex presidente López Obrador es investigado por Estados Unidos por lavar dinero ilegal en su casa de bolsa; también supimos de que diversos ex gobernadores de la 4T colaboraron eficientemente en el tráfico de huachicol fiscal y todo el país fue testigo del derroche de recursos públicos de secretarios de despacho, diputados, senadores y líderes partidistas de Morena en vacaciones ostentosas y lujos en su estilo de vida.
Al margen de si todas estas filtraciones son obra o no del espionaje estadounidense para justificar la intervención armada, argumentando que la clase política mexicana es corrupta y criminal, lo cierto es que los implicados en estos casos se han puesto en bandeja de plata para la persecución y el linchamiento, demostrando frivolidad y ambición desmedida. Ellos no serán los que defiendan la patria, serán los que terminen de entregarla.
Pero todas las revoluciones triunfantes en las naciones subdesarrolladas han tenido como telón de fondo momentos de crisis y debilitamiento del imperialismo mundial y, por tanto, aunque los peligros que nos amenazan son graves, también es cierto que pueden propiciar un momento revolucionario que permita a la clase trabajadora mexicana tomar el poder político en sus manos y construir una nación que sirva mejor a sus intereses históricos. Prepararse y preparar al pueblo trabajador para ese momento es la tarea más urgente de estos días.