Crisis ecológica consecuencia del capitalismo decadente

Andi Uriel Hernández Sánchez

Ante el incremento y gravedad de los fenómenos meteorológicos, como las tormentas tropicales y huracanes, como los que recientemente azotaron el norte de Veracruz y otros 4 estados de la República, se ha vuelto un argumento común de los gobiernos y de ciertos analistas, señalar como causa principal e inevitable al cambio climático y a la crisis ecológica que atraviesa el planeta entero, cuya responsabilidad, sostienen, es compartida por todos los seres humanos por igual, lo que es totalmente superficial y falso, pero que oculta las verdaderas y profundas raíces económicas, sociales y políticas del agravamiento de estos fenómenos naturales.

Un análisis diametralmente opuesto de dichas causas lo aporta la ciencia del materialismo-histórico, desarrollada por los grandes científicos sociales Carlos Marx y Federico Engels, desde mediados del siglo XIX y cuyas investigaciones en el terreno de la ecología han sido ampliadas y continuadas por muchos otros científicos serios. Para este artículo he tomado como fuente el libro de divulgación científica “Marxismo y ecologismo” de las investigadoras Jenny Victoria Acosta Vázquez y Citlali Aguirre Salcedo, integrantes del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (CMEES).

Para el materialismo histórico, el vínculo entre el hombre y la naturaleza es indisoluble, pues los seres humanos somos parte de dicha naturaleza y desde que aparecimos sobre la Tierra hemos tenido que recurrir a ella para obtener nuestros medios de vida, es decir, los elementos materiales que necesitamos para alimentarnos, vestirnos, obtener vivienda y también los medios de satisfacción espiritual. El mecanismo metabólico que nos ha permitido extraer las riquezas de la naturaleza es el trabajo humano.

Con el trabajo de los hombres y el uso de herramientas, hemos ido transformando la naturaleza y moldeando nuestro entorno para hacerlo más satisfactorio para nuestra especie, lo que ha dejado una huella inevitable e imborrable sobre el planeta que habitamos. Sin embargo, desde el punto de vista del marxismo, dicho proceso de transformación no ha sido igual a lo largo del tiempo sino que se ha modificado y atravesado diversos modos de producción, hasta llegar al capitalismo moderno. Lo que ha definido cada época, no es propiamente lo qué se produce, sino cómo se produce y con qué se produce.

Y es que, aunque a lo largo de milenios, la relación entre la sociedad humana y la naturaleza tuvo momentos de tensión, no había adquirido la magnitud y gravedad de una crisis ecológica hasta la era de dominio del capitalismo, al romperse el equilibrio del metabolismo social entre el hombre y la naturaleza, pues con el desarrollo del capitalismo colonialista y extractivista hace más de 500 años, se comenzó a extraer de la naturaleza mucho más de lo que la humanidad podía devolverle, con ello se modificaron profundamente la composición, estructura y funcionamiento de todos los ecosistemas a nivel planetario, lo que trajo consecuencias ecológicas y sociales.

Dichas manifestaciones las conocemos bastante bien: la contaminación de la atmósfera, el suelo, los ríos y el mar, lo que acarrea serias enfermedades para los seres humanos y otras especies; la deforestación de los bosques, lo que trae consigo erosión del suelo, derrumbes o avalanchas sobre comunidades rurales; el uso excesivo de agroquímicos y fármacos en la agricultura y ganadería, lo que provoca enfermedades y pérdida de fertilidad del suelo; el agravamiento de los ciclos de lluvias y sequías por todo el mundo, entre muchos otros efectos.

No obstante, quizá la manifestación más grave de la crisis ecológica sea el cambio climático de la época actual. Debe precisarse que el cambio climático es un fenómeno que ha formado parte de la historia del planeta, con periodos de enfriamiento y calentamiento del clima terrestre, el consiguiente aumento y disminución del nivel del mar y múltiples extinciones masivas, en el que desaparecieron más del 50% de las especies que existentes en ese periodo.

También los gases que provocan el efecto invernadero (o sea, el aumento de temperatura del planeta), existen desde mucho antes de que aparecieran los seres humanos en el planeta, por ejemplo, el dióxido de carbono (CO2), proveniente de la actividad volcánica y la respiración de los animales; el metano o los óxidos nitrosos que se producen con la descomposición de las plantas. Sin embargo, la concentración de tales gases es mayor en la actualidad porque diversas actividades humanas las producen y ahora existen otros gases, como los clorofluorocarbonos, que son enteramente provocados por la actividad industrial.

En la actualidad el 60% de todas las emisiones de CO2 provienen de las actividades humanas: la generación de energía eléctrica y de calor, que utilizan combustibles fósiles; la descomposición térmica de piedra caliza y dolomita, en la producción de cemento o cal; el uso de carbono como agente reductor en la producción de metales y la fermentación del azúcar en alcohol.

Y la constante emisión de estos gases está sobrecalentando la atmósfera sin dar tiempo a que los seres vivos se adapten, además, se están provocando diferentes efectos según la región del planeta que se trate, desde inviernos menos fríos, otoños más cortos, menos cantidad de lluvia, veranos más calurosos, incendios más frecuentes, el derretimiento de los casquetes polares, aumento del nivel del mar y el calentamiento de los océanos. Y es, precisamente, por el calentamiento de los océanos que los efectos de los huracanes y las tormentas se han vuelto mucho más peligrosos y devastadores, pues dichos fenómenos meteorológicos “se alimentan del calor de los océanos, por lo que, con la emergencia climática, las zonas que anualmente reciben huracanes están expuestos a eventos de mayor intensidad” (Marxismo y ecologismo, pág. 59).

Al margen de la existencia milenaria de los gases de efecto invernadero (GEIS), existe suficiente evidencia científica para demostrar que su concentración aumentó a raíz de la Revolución Industrial del siglo XVIII, con el auge del carbono y los combustibles fósiles como fuente principal de energía para los procesos de producción de la naciente sociedad capitalista.

Pero en este punto debemos cuestionarnos seriamente ¿quiénes en concreto han generado la mayor parte de las emisiones de GEIS?, ¿hemos sido todos los humanos por igual, como lo asumen la mayoría de los discursos ecologistas del presente? Por supuesto que no. “La emergencia climática es una crisis surgida por las emisiones generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los pobres… La Oxfam establece que el 10% más rico del planeta es responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que el 50% de la población mundial más pobre es apenas responsable del 10% de las emisiones” (Ibid, pág. 61-62).

Y es una verdad irrefutable que la mitad más pobre de la humanidad no es la responsable de la deforestación de los bosques, tampoco posee compañías aéreas ni viaja en jets privados que emiten toneladas de CO2, ni tampoco poseen empresas de extracción y venta de petróleo y sus derivados, por el contrario, son 20 las empresas que desde 1965 han producido el 35% de las emisiones de metano, mientras que 100 empresas son las responsables del 71% de las emisiones de CO2 a la atmósfera. “Hoy, los capitalistas han expropiado los medios de sobrevivencia no solo de los trabajadores, sino de toda la especie humana y de las demás especies con las que compartimos la Tierra”.

Y, por tanto, por más convenciones que se convoquen, tratados que se firmen y compromisos verbales que asuman los gobiernos, esta situación no cambiará, en tanto que no se modifiquen las relaciones capitalistas de producción que le dan sustento. Por ello, la lucha por la construcción de una nueva sociedad no solo tiene como objetivo acabar con la dominación de una pequeña élite sobre la mayoría de los seres humanos, sino también impedir que el capitalismo termine la destrucción de la naturaleza y del mundo que nos rodea, de la que depende la propia supervivencia humana. En las circunstancias actuales de crisis terminal del capitalismo, esta es la única lucha integral y verdadera que debe ser librada por todos los seres humanos progresistas del planeta.