Huracán John: muerte y destrucción para los más pobres

Andi Uriel Hernández Sánchez

Ni bien se habían recuperado de los devastadores efectos del huracán Otis de octubre de 2023, cuando los guerrerenses nuevamente fueron golpeados por la fuerza y la inclemencia de Jhon, huracán de categoría 3. La devastación en toda la costa de Guerrero resultó mucho más grave y más extensa que lo ocasionado por Otis. El meteoro también golpeó parte de las costas de Oaxaca y Michoacán y se espera que en próximos días nuevamente toque tierra en Manzanillo, Colima.

Para desgracia de todos y para sorpresa de nadie, los más afectados nuevamente fueron los pobres y humildes habitantes de las colonias y los pueblos de estos estados. Otra vez, un fenómeno natural dejó en evidencia la frágil situación de marginación social, pobreza y atraso en el que vive la clase trabajadora mexicana, y en Guerrero y Oaxaca viven, sin exagerar, los más pobres de entre los pobres.

Hasta el momento se contabilizan 29 personas fallecidas, cifra que podría incrementarse porque continúan los trabajos de localización de personas desaparecidas. Los daños en la infraestructura física de más de 15 municipios de toda la costa de Guerrero son incuantificables: calles y avenidas inservibles, puentes colapsados, deslaves, miles de viviendas inundadas o derrumbadas, escuelas y clínicas destruidas y carreteras totalmente intransitables.

Tan solo en el municipio de Acapulco, la alcaldesa Abelina López, declaró a la prensa que las pérdidas rebasan el presupuesto anual con el que cuenta el municipio, que es de más de cuatro mil millones 800 mil pesos para este 2024.

Los videos que circulan en redes sociales son terribles y acongoja a cualquiera: familias que perdieron absolutamente todo su humilde patrimonio, pequeños negocios devastados, cosechas destruidas, calles terriblemente inundadas, convertidas ahora en focos de infección para miles de seres humanos.

Y hay mucho, muchísimo que seguramente todavía no podemos ver, porque en varias regiones de estos estados no se ha restablecido la señal telefónica o nunca ha existido.

Quizá tampoco las veremos nunca porque, aunque otra vez los que más sufren son los pobres y marginados de siempre, en los noticieros y medios de comunicación, solo nos muestran las imágenes de los edificios públicos y grandes negocios afectados, hoteles en reconstrucción nuevamente en ruinas, centros comerciales inundados y las afectaciones a las residencias de la zona Diamante en Acapulco.

Nuevamente, la noticia es la destrucción ocasionada a los grandes medios de producción, centros de poder y residencias de los ricos y no el sufrimiento de quienes con su fuerza de trabajo explotada han construido todos esos edificios, de quienes diariamente producen todas esas riquezas y reciben un mísero salario a cambio.

Otra vez han ocupado los principales titulares de los grandes medios del país, los actos de “rapiña” de mercancías que se quedaron en tránsito y el robo de algunas tiendas y almacenes que ha perpetrado la gente en su desesperación, hambre y temor, sin apenas mencionar que se trata de artículos de primera necesidad como comida, agua embotellada, ropa, calzado, etc. Aquí también se refleja, como para algunos, la defensa a ultranza de la gran propiedad privada, la ganancia de unos pocos y la circulación de mercancías son más importantes que la vida misma.

Lo no se dice es que el pueblo procede así, porque estos necesarios insumos no han llegado ni por conducto de los gobiernos supuestamente al “servicio de los pobres” y mucho menos por obra de los grandes empresarios del turismo, de los dueños de los bancos, hoteles y lujosos restaurantes, enriquecidos por el sudor y trabajo de los pobres.

Y, ooootra vez, la principal ayuda para los miles de afectados por el paso del huracán, está llegando por conducto de la organización espontánea y solidaria de otros trabajadores humildes en Guerrero y en todo el país, quienes se han trasladado hasta las zonas afectadas para ayudar en los trabajos de búsqueda y limpieza o que han instalado centros de acopio, para que, sobre todo, la gente humilde done con mucho cariño víveres, que también le son necesarios y escasos.

Así pues, como desde hace muchos años, un fenómeno de la naturaleza, perfectamente predecible con toda la ciencia y tecnología que hay en el mundo, revela la inmensa fragilidad en la que viven millones de seres humanos, hacinados en viviendas de cartón, madera o trapos; lo peligroso de los terrenos y laderas en las que se tienen que asentar ante la falta de una política de vivienda y desarrollo urbano social, y nuevamente queda en evidencia la falta real de un plan real y científico de nuestros gobernantes para prevenirse ante las fenómenos de la naturaleza.

¿Cómo explicar que tras años y años de fuertes huracanes en el Pacífico y el Golfo de México, puedan seguir tomándonos desprevenidos y no exista la infraestructura física ni las viviendas que resistan estos fenómenos? La respuesta no admite dudas: para los dueños del dinero, que también lo son del gobierno, no es una prioridad proteger la vida de los trabajadores y de los humildes, perfectamente desechables para ellos.

Apoyemos, sin dudar y con todo lo que esté a nuestro modesto alcance a nuestros hermanos damnificados en Guerrero, Oaxaca y Michoacán, porque otro día podemos ser nosotros los que estemos en desgracia, pero también reflexionemos seriamente en la necesidad urgente de que todos los trabajadores nos hermanemos y nos organicemos de forma permanente para dar la lucha política que se necesita para construir una sociedad distinta, en donde la ciencia y la tecnología no se utilicen para explotar irracionalmente a la naturaleza ni a los hombres, sino para protegernos a todos, para tener cubiertas todas nuestras necesidades básicas y para vivir en armonía con la naturaleza. En suma, para ser felices todos.