Tragedia en el norte de Veracruz: autoridades rebasadas

Andi Uriel Hernández Sánchez

El estado de Veracruz enfrenta una de las peores tragedias humanitarias en lo que va del siglo, las afectaciones provocadas por el paso del huracán Priscila y la tormenta tropical Raymond, alcanzaron a 70 municipios de la entidad, una tercera parte del territorio veracruzano. Las imágenes de la devastación son terribles y los pedidos de auxilio de diversas comunidades todavía incomunicadas y sin atención, continúan inundando las redes sociales.

Ni siquiera el gobierno federal ha podido cuantificar el total de daños; hasta el domingo la Secretaría de Protección Civil reportaba daños en solo 16 mil viviendas, obstrucciones en 25 vías se comunicación por 51 derrumbes y 15 puentes colapsados, 42 comunidades totalmente incomunicadas y un saldo de 18 personas fallecidas.

Dichas cifras no son creibles al compararlas con el nivel de daño que se observa, tan solo en las principales ciudades afectadas: Álamo quedó literalmente sepultada bajo el lodo, sin electricidad ni red telefónica; en Poza Rica el desbordamiento del río Cazones desapareció de golpe colonias completas y se habla de cientos de muertos y desaparecidos aún sin localizar, incluyendo 190 estudiantes de la UV; y lo mismo se repite en Tuxpan, Pánuco y Tantoyuca.

Las imágenes y testimonios de la gente afectada en estas ciudades son totalmente desgarradores, miles de trabajadores humildes perdieron todo o buena parte de su exiguo patrimonio construido con años de esfuerzo y sacrificio; al mismo tiempo se perdieron las fuentes de empleo y miles de familias se quedaron sin ingresos para sobrevivir; la comida y el agua escasean y la suciedad por todas partes es un peligroso foco de infecciones, potencialmente mortales.

La situación es mucho peor en los municipios de la alta huasteca veracruzana, en donde el rezago social y la pobreza centenaria no hacen más que agravar los devastadores efectos del fenómeno natural. Cientos de comunidades de los municipios de Ilamatlán, Texcatepec, El Higo, Zontecomatlán, Ixhuatlán de Madero, Chicontepec, Ixcatepec, Benito Juárez, entre muchos otros de la sierra de Huayacocotla y la huasteca alta se encuentran aisladas, sin ninguna forma de entrar o salir de ellas, sin agua potable, comida, luz eléctrica ni señal telefónica.

Desde esta parte de la huasteca llegan terribles reportes de pueblos enteros arrasados por la fuerte corriente de los ríos, tramos carreteros bloqueados por los derrumbes y cortados por la fuerza del agua, puentes destruidos, fallecidos y desaparecidos sin cuantificarse, lesionados de gravedad que agonizan sin atención médica, miedo y mucha desesperación. Miles de familias lo perdieron todo, los campesinos han perdido sus sembradíos y con ello su única fuente de sustento futuro y ninguna autoridad federal o estatal se ha dignado acercarse hasta las comunidades más apartadas.

A través de redes sociales llegan mensajes de cientos de personas qué temen por la suerte de sus familiares incomunicados, sin provisiones ni ayuda médica y que claman por la intervención de un gobierno que se ha visto totalmente rebasado ante la desgracia.

Para la historia quedarán las declaraciones de la gobernadora del estado, Rocío Nahle García, quien el viernes por la mañana, unas horas después de los primeros desbordamientos de los ríos, declaró muy segura ante decenas de medios de comunicación que “se desbordó ligeramente el río Cazones” e informó de pocos daños materiales y un “saldo blanco” (al referirse a la falta de víctimas mortales)”. “Estábamos preocupados porque la vaguada se intensificara en su camino hacia el norte de Veracruz, pero afortunadamente tenemos reportes de lluvias ligeras”, dijo el viernes mientras miles de personas lo perdían todo y vidas humanas corrían peligro.

Para la memoria colectiva quedarán también las declaraciones de cientos de ciudadanos que denuncian que las autoridades jamás les advirtieron de la gravedad del fenómeno natural que se avecinaba, ni les pidieron evacuar sus hogares, ni prepararon refugios o albergues, ni pidieron a las empresas que suspendieron labores y no tenían preparado ningún plan de contingencia a pesar de que según se ha revelado, tenían pleno conocimiento de que la situación empeoraría gravemente por los reportes de la CONAGUA y Protección Civil federal.

Y, cuando la tragedia finalmente golpeó a los más pobres y humildes, las primeras y mayoritarias víctimas de estas tragedias, la ayuda no llegó. Nuevamente fue la solidaridad, valor y coraje del propio pueblo trabajador el que salió al rescate de los ciudadanos atrapados en las azoteas, brindó cobijo, atención, medicamentos y alimento a los damnificados; fue el propio pueblo quien se organizó para tratar de limpiar zonas de desastre, llevar víveres a los más damnificados y hasta enviar helicópteros de rescate en las regiones más dañadas de la alta huasteca como en Xaltipan, Ilamatlán.

Para agravar el dolor humano, hay reportes de ciudadanos indignados que testifican que personal del gobierno estatal y del ejército están impidiendo que las brigadas de ayuda y víveres recolectados por ciudadanos, organizaciones e instituciones lleguen hasta las colonias y comunidades afectadas, porque quieren que dichos insumos sean distribuidos únicamente por funcionarios del gobierno, con claros y grotescos tintes político-electorales.

Un hecho todavía más grave: por las redes sociales y medios de comunicación circulan fotografías y videos de decenas de cuerpos humanos que están siendo retirados de entre los escombros y las calles sin que esté claro a donde se los lleven, al mismo tiempo crece la desesperación y el clamor de los ciudadanos que no encuentran a sus familiares desaparecidos. La población acusa al gobierno estatal de querer ocultar de forma premeditada el número real de víctimas y personas desaparecidas.

Por todas estas razones, nadie puede extrañarse del duro recibimiento que la presidenta Claudia Sheinbaum y la gobernadora Rocío Nahle García tuvieron en su visita a Poza Rica. Los videos son elocuentes: decenas de ciudadanos cansados, irritados, desesperados, hambrientos y dolidos les reclamaron la falta de apoyo, el intentar ocultar la verdad de la catástrofe, la nula atención para buscar a los desaparecidos y las acciones para frenar la llegada de la ayuda humanitaria recabada por los ciudadanos y organizaciones sociales.

Son momentos terribles y duros, la realidad grita que el gobierno se encuentra totalmente rebasado por la situación y nos enseña de forma nítida que a los grandes males sociales sólo puede oponerse de forma contundente la organización, unidad y solidaridad del mismo pueblo pobre. Si el gobierno se empeña en frenar las acciones solidarias del pueblo que se organiza espontáneamente únicamente provocará mayor irritación y descontento social, cuyo trágico desenlace nadie desea.

Por esta razón, los antorchistas de Veracruz continuamos llamando a la empatía y ayuda de los trabajadores humildes para con sus hermanos en desgracia. Invitamos a la población a donar lo que esté a su alcance en los centros de acopio que hemos instalado y llamamos al gobierno de la Ing. Rocío Nahle García a reflexionar en sus acciones y a no estropear el esfuerzo colectivo del pueblo y tampoco a intentar ocultar la dimensión de la tragedia, el tiempo siempre devela las verdades por muy amargas e incómodas que sean.